La revolución tecnológica e industrial
provocó grandes cambios de actitud y hábitos en toda
la humanidad. Surgió la agricultura química, la mecanización
y sistemas automáticos de producción. Los tractores
sustituyeron a los bueyes, los agroquímicos a los azadones,
los camiones a los caballos, los motores a la fuerza humana, las toallas
desechables a las servilletas bordadas, los envases plásticos
a los tecomates, el aire acondicionado a los abrigos y sistemas naturales
de ventilación; y los medicamentos químicos a las plantas
medicinales.
En fin, todo tipo de recursos y medios naturales, fueron sustituidos
por productos químicos, sintéticos y equipos industriales.
Se combatieron las plagas que dañaban los cultivos, pero
murieron muchas más especies de otros seres beneficiosos,
que formaban parte del equilibrio ecológico natural. El remedio
ha resultado peor que el mal.
Aumentó la producción por un tiempo, pero surgieron
nuevas plagas. Se abrieron más campos para cultivos y potreros,
pero se terminó la leña, la biodiversidad; y las fuentes
de agua se agotaron.
Nos trasladamos más rápido de un lugar a otro, pero
el aire que respiramos está espeso y lleno de partículas
y gases tóxicos. Cada día hay más personas
con cáncer, debido a la gran contaminación.
Tenemos sanitarios lavables, donde cómodamente hacemos
nuestras necesidades. Pero ya no tenemos un solo río o lago
limpio. Aún los inmensos océanos han empezado a morir.
¿Podrá vivir la humanidad sin la naturaleza?
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